top of page

Concierto histórico de «Love of lesbian»: la insoportable brevedad del anhelo cumplido

Sánchez-Quiu

29 de febrero de 2020. Izal actúa de nuevo en Barcelona dentro de la gira de Autoterapia, su último disco, esta vez en el Palau Sant Jordi. Los rumores sobre el virus que ha aparecido en China cada vez son más ensordecedores, pero todavía miramos para otro lado. Durante esa noche, mientras bailamos siguiendo el vaivén de los recurrentes altibajos que nutren casi todas las canciones de Mikel, no somos conscientes de que estamos ante nuestro último CONCIERTO (en mayúsculas, sí) en mucho tiempo.


No volveremos a pasarnos las cervezas de unos a otros; no nos manchará la ropa el típico o la habitual que va dando tumbos con el cubata en la mano; no saltaremos enloquecidos sin importar qué respirar o con quién tropezar…

Un momento del concierto de Love of lesbian en el Festival para la cultura segura. 27-03-2021
Apertura con «Nadie por las calles»

MISMO LUGAR, DISTINTA ERA


Han tenido que pasar trece meses para volver a sentir algo parecido. Trece meses. Escrito y leído no parece tanto tiempo, porque la sensación es de años perdidos, no solo de música, sino de todo. Pero sí, siempre podremos decir que la ilusión, del par de motivados que formamos INDIE BAILABLE, estuvo presente en el histórico concierto de Love of Lesbian del Festival x Cultura Segura; y que valió la pena. Mucho.


La idea de los promotores, (agrupados bajo el paraguas de Festivals per la cultura segura), supervisados por un equipo de epidemiólogos y apoyados por varias instituciones públicas, se basa en intentar demostrar que la asistencia a un acto multitudinario puede ser más segura que, por ejemplo, ir a comprar a un hipermercado un sábado cualquiera.* Las claves, resumidas de forma rápida, serían las siguientes: la prueba de antígenos previa, que elimina la posibilidad de acceso a ningún espectador que en ese momento pueda contagiar el virus; el uso obligatorio de la mascarilla en todo momento; y tener el bar a suficiente distancia, y oculto al escenario, para que la ingesta de alcohol y el movimiento y descontrol que conlleva, se minimizase al máximo.


Pero hasta el momento de poder pisar la pista del Sant Jordi, había que seguir una serie de directrices.

Han tenido que pasar trece meses para volver a sentir algo parecido. Trece meses. Escrito y leído no parece tanto tiempo, porque la sensación es de años perdidos, no solo de música, sino de todo

PRUEBA DE ANTÍGENOS


Una vez que te hacías con una de las 5.000 preciadas entradas, recibías un correo electrónico con todas las instrucciones. Lo primero, y tras recibir un nuevo aviso, era que debías pedir cita previa, durante la misma mañana del concierto, en cualquiera de las tres emblemáticas salas puestas a disposición para la realización de las pruebas de antígenos: Razzmatazz, Luz de Gas o Sala Apolo.


Llegado ese momento, tendrías que haberte bajado ya una aplicación creada ex profeso denominada ACCESS TICKET y haber dado tu consentimiento para que, en días posteriores al concierto, el equipo del HOSPITAL GERMANS TRIAS I PUJOL de Badalona, pudiese rastrear tu estado de salud con tu connivencia y la del Departament de Salut de la Generalitat.


¿Lo tenemos todo? Pues allá que vamos.


La idea de los promotores, (agrupados bajo el paraguas de Festivals per la cultura segura), supervisados por un equipo de científicos epidemiólogos y apoyados por varias instituciones públicas, se basa en intentar demostrar que la asistencia a un acto multitudinario puede ser más segura, que ir a comprar a un hipermercado un sábado cualquiera.

  • 8:30 horas de la mañana del 27 de marzo de 2021

Nosotros escogimos Razzmatazz: por cercanía; por el apego melancólico de tantas noches botando al ritmo de DJ Amable en las sesiones A Saco de principios de los 90 (entonces Zeleste); y, más recientemente, por lo que gozamos allí con los últimos conciertos de Miss Cafeina y Viva Suecia.


Desde el primer momento, te das cuenta de que el asunto es serio, es decir, que se quieren hacer las cosas bien. Parecía que había cola, pero en realidad no tuvimos que esperar nada. Tras mostrar la entrada, DNI y aplicación en el acceso, vincularon nuestro QR personalizado a otro adhesivo que entregábamos cada uno al sanitario responsable de hacernos el test de antígenos, y que este pegaba en el vial de test.


5 minutos. (Yo tardé más porque resultó que el encargado de hacerme el test era un antiguo compañero de instituto al que no veía desde hacía... no quiero ni contarlo. ¡Un abrazo Téllez!). Después, entregamos a la salida el consentimiento firmado y para fuera a esperar.


10 minutos más tarde -¡qué nervios!- llegó el mensaje de la aplicación: ambos NEGATIVOS. Ya podíamos respirar tranquilos: no éramos portadores del virus (al menos no contagiábamos) y podíamos asistir al concierto.


Desde el primer momento, te das cuenta de que el asunto es serio, es decir, que se quieren hacer las cosas bien.

  • 18:15 horas (45 minutos antes del inicio del concierto)

El día anterior Sandra, como compradora de las entradas, había recibido un correo electrónico con la información de la puerta de acceso que nos correspondía (puerta 4) por haber elegido la pista este, junto a un plano del Palau Sant Jordi y la recomendación de acceder alrededor de las 18:15 horas. Nosotros, que somos muy obedientes, estuvimos puntuales a la hora indicada. Evidentemente, como era una recomendación, cada cual llegó a la cola cuando le rotó. Quizás fue el único fleco que se les escapó a los organizadores. Pero, ¿cómo demonios obligas a 5.000 personas a aparecer cuando tú quieres?


Una vez en la cola, hacían entrega de las mascarillas FPP2 que se debían utilizar desde que se accedía al recinto. Bien. A ver qué tal... Pues nada mal. Eran un poco diferentes a las FPP2 habituales, y resultaban bastante cómodas.


Ya estábamos llegando. Observamos cómo los que ya habían accedido podían salir a fumar al exterior y cargaban con cervezas en la mano. El bar no debía estar lejos. Eso sí, decenas de controladores revoloteaban avisando a quiénes se excedían entre calada y calada o sorbo y eructo.


Evidentemente, como era una recomendación, cada cual llegó a la cola cuando le rotó. Quizás fue el único fleco que se les escapó a los organizadores. Pero, ¿cómo demonios obligas a 5.000 personas a aparecer cuando tú quieres?

«Unos metros más. Nos recomiendan que tengamos a mano el móvil con el QR de la aplicación en pantalla, entrada y DNI. Pero justo antes de mostrarlos, limpieza de manos con gel hidro-alcohólico. Mierda. Aguanta un momento... No mejor guárdalo todo. Nervios...Va, restriégate bien y recupera rápido todos las credenciales necesarias. Venga. El DNI coincide con QR y entrada. Escaneo de QR. Registro superficial habitual. Escaneo de entrada y... ¡ya está! ¡Estamos dentro!»


Una de las dudas que teníamos era si el bar estaría cerca de la pista. Si era sí, sospechábamos que sería imposible pedir nada durante todo el concierto. Pues no, estábamos equivocados: las zonas de bar estaban situadas en las anillas exteriores, en los tragaderos que rodean las gradas, en su ubicación original cuando se disputan pruebas deportivas. Así, para poder consumir, debías salir fuera de la pista, comprar, consumir y volver; lo que conllevaba perder muchísimo más tiempo de lo habitual que en cualquier concierto prepandémico.


Desde un ventanal interior. Al fondo se puede apreciar la cola de gente que todavía quedaba por acceder.

Las zonas de bar no estaban para nada saturadas. Nos pedimos un par de cervezas y las saboreamos tranquilamente. Todavía teníamos unos minutos. Observamos al personal. Se palpaba el entusiasmo. Risas histriónicas, saltitos nerviosos y abrazos... Nos acercamos a los servicios para echar el clásico preventivo. Los lavabos estaban impolutos y desprendían un fuerte olor a desinfección.


Cuando salimos a pista, sentimos el corazón en un puño. Exagerados, pensarán algunos... Después de recorrer casi 7.500 kilómetros en 2019 por pura afición a la caza de los mejores conciertos, no es difícil de imaginar qué podía suponer para nosotros una experiencia así tras un 2020 de mierda en todos los sentidos.


La pista estaba dividida en tres zonas y la sensación era de poder moverse sin sufrir roces, si no los deseabas. Publicamos un reels de esos minutos previos que enseguida alcanzó las 500 visualizaciones. Ese solo era uno de los indicadores, el más pequeño, de que era cierto: TODO EL MUNDO ESTABA PENDIENTE DE LO QUE OCURRÍA EN EL SANT JORDI. Y como una imagen vale más que mil palabras:


Después de recorrer casi 7.500 kilómetros en 2019 por pura afición a la caza de los mejores conciertos, no es difícil de imaginar qué podía suponer para nosotros una experiencia así tras un 2020 de mierda en todos los sentidos

EL CONCIERTO


Love of lesbian ya había anunciado en sus redes cuál iba a ser el setlist del concierto. Al igual que nos ocurriera la semana anterior con Second, la sensación era que dicha selección era una extensión más del control que se quería preservar, ya que incluía varias canciones poco habituales en el repertorio de la banda (quizás ensayadas para los shows de Espejos y espejismos 2, más que para un concierto de gira). Es cierto que la presencia de Cuando no me ves o IMT ponían en peligro esa teoría, pero no estaban algunas de las más cañeras del grupo como Algunas plantas, Toros en la Wii, Me amo o Si tú me dices Ben yo digo Affleck.


Por otro lado es cierto que Love of lesbian se caracteriza por seguir un hilo narrativo en todos sus discos, y al leer la setlist, si eres un poco aficionado a sus canciones, te dabas cuenta de que la elección también se debía a la voluntad de construir un relato a través de unas letras que podían tener alguna conexión con todo lo que había sucedido el último año, y que todavía sufríamos: Nadie por las calles, Si salimos de esta, Segundo asalto o Los males pasajeros por nombrar alguna.


Todo este análisis perdió sentido cuando se apagaron las luces (tras media hora de retraso porque a las 19:00 horas quedaban 1.000 personas por acceder) y se inició la reproducción de un vídeo muy emotivo que servió de intro para la primera del recital: Nadie por la calles.



Después de que el corazón nos pidiese paso hacia la garganta, solo quedaba saltar, cantar, ¡gritar! Esa sensación de comunión y libertad que solo ciertas formas de arte pueden conseguir sobre miles de personas a la vez, estaba de vuelta; y corría por nuestras venas y por las que estaban a pocos metros sonriendo, saltando, llorando. Todavía no éramos conscientes de que aquel concierto no era como los de antes, pero la sensación sí, y valía mucho la pena descubrir si era una opción válida para poder volver a enamorarnos de la música en directo.


Cuando acabó la primera canción, Santi Balmes hizo una pausa que todos necesitábamos, el grupo también. Necesitábamos pellizcarnos para saber si todo aquello estaba sucediendo de verdad; también queríamos comprobar si quiénes nos rodeaban estaban igual de cómodos que nosotros y seguían con la mascarilla puesta. Y la respuesta fue que sí. Nadie quería estropear aquella maravilla.


Cuando sientes esa necesidad creativa es fácil conectar con las letras de alguien como Santi Balmes. En Nadie por las calles, por ejemplo, me identifico totalmente con una de las estrofas:


«Nunca he sido un libro abierto,

pero explico buenos cuentos»


Le siguió Bajo el volcán y bailamos de lado a lado al son de ese atractivo punteo de guitarra que te invita a volar al Pacífico Sur. En Cuando no me ves, una de mis preferidas, nos desgañitamos coreando esa famosa estrofa que te impulsa a sentirse importante:


«Negaré ante el mundo lo siguiente:

Que si de algo voy sobrado

Es de falta de autoestima y que por eso te lo canto

Sin tener que usar te quiero

A través de una metáfora

Ese ánfora que uso para resguardar mis miedos»


Momento para un breve descanso, y para disfrutar de la olvidada Noches reversibles. Después, Si salimos de esta, dedicada a todo el mundo y, en particular, a todos los sanitarios, pero también servicios de limpieza de hospitales, supermercados y todos los que estuvieron al pie del cañón y para recordar, en palabras de Santi «que nunca más se nos ocurra hacer recortes presupuestarios en salud e investigación científica».


El primer dueto de la tarde llegó con Universos infinitos y la participación de Ana Tijoux. Le siguieron Segundo asalto, Contraespionaje y Los males pasajeros. Aprovechando estas dos últimas subimos al bar a refrescarnos. Desde allí podíamos seguir las notas, de todas maneras, pero la intención era llegar a tiempo para Belice, una de nuestras preferidas:


«Un día me iré, me iré de verdad No sé si me ves del todo capaz De cambiar, nombre y edad, y si me encuentras decirte "¿De quién me estás hablando?"


No, no, no, no lo haré jamás Me falta valor, o fuerza vital ¿De qué me sirve salir de esta inmensa ciudad Si de quien pretendo huir, seguirá dentro de mí, y eres tú? Y eres tú»


A esas alturas, ya nada podía ir mal, era el momento de firmar un Manifiesto delirista, y aumentar las pulsaciones con IMT, quizás el momento más intenso (físicamente hablando) de la noche. Y para ralentizar intensidad, la maravillosa Incendios de nieve, en la que colaboró Suu y su ukelele. Se palpaba que quedaba poquito para el final, pero no por ello íbamos a dejarnos llevar, y aprovechamos el tirón de John Boy (¿Quién es? ¿Cuál es tu teoría?) para ovacionar la retirada prevista antes del colofón de los extras: 1999, con la mítica «putas ganas de seguir el show» y Allí donde solíamos gritar con «¿A que no sabes dónde he vuelto hoy? Allí donde solíamos gritar» coparían el top de hastags previo y post concierto respectivamente. Casi dos horas más tarde, llegó el momento de la última Planeador, obra maestra dedicada a la inspiración, a la infancia, a la creatividad...

Esa sensación de comunión y libertad que solo ciertas formas de arte pueden conseguir sobre miles de personas a la vez, estaba de vuelta.

No recuerdo cuando fue exactamente, pero hacia el final, Santi soltó la primicia de que solo 6 personas habían dado positivo en los test de antígenos, y su reflexión, no sabemos si espontanea o meditada durante los quince días que estuvo aislado para no correr el riesgo de infectarse, fue brillante: ¿es posible que todos extremásemos las precauciones para no perdernos el evento? Si fuese así, ¿no se podría llegar a la conclusión de que la cultura, al contrario de lo que se pensaba, es más beneficiosa que perjudicial en la lucha contra el virus? Habrá que esperar quince días a los resultados del estudio.


No nos gustaría, pero hay que ser realistas y pensar que quizás nunca regrese el pasado. Igual acaba sucediendo como con la Ley antitabaco, cuando nos dijeron que nunca más se podría fumar en los pasillos de la universidad, en las salas de espera de los hospitales, en aviones, autobuses o discotecas. Qué extraño se nos hace ahora que no estuviese prohibido antes, ¿no?


Quizás dentro de unos años también nos parezca extraño que se pudiese beber o cantar sin mascarilla en un concierto. Esperemos que no, pero será soportable si podemos volver a disfrutar de la música como lo pudimos hacer el domingo pasado.


© Sergio Sánchez-Quiu (Sergio Bailable)


*Si te interesa saber más sobre esto, escucha esta interesante entrevista, en la Cadena SER, al Dr. Boris Revollo del Hospital Germans Trias i Pujol (a partir del minuto 19:15 segundos)

 

La mirada de SANDRA PHARREL: Dimisión


Ya me podéis sacar tarjeta roja o exigir mi dimisión, porque la finalidad para la que fui requerida, hoy no puedo cumplirla. Resulta que tenía que ser una canalla, poner la puntilla, disparar ¡zascas! a diestro y siniestro. Pero no, soy incapaz. Ahora va a resultar que en realidad lo que soy es una ñoña (léase, sumamente apocada y de corto ingenio). Y que en lugar de una “Pero”, voy a ser una “PAS”: Persona Altamente Sensible. ¡Socorro, tengo miedo!


¡¿Pues no resulta que lo del sábado pasado, fue una pasada y me encantó?! Oh my good, si empecé llorando (¡y con pucheros!) nada más comenzar la primera canción... ¡Qué vergüenza! En fin, voy a ir al tajo.


Aunque nos cueste reconocerlo, a los humanos nos encanta que nos organicen. Lo contentos que estábamos con madrugar un sábado. A las 7 en pie tirando a Razzmatazz. Lagaña en ojo junto a un pegote de rimmel y un poco de colorete para no asustar demasiado (no sea que hubiera prensa y tal, nunca se sabe con quién te vas a encontrar). Y a hacer cola, que parecía más de la que realmente después fue, porque al ponerse en marcha la maquinaria ya no hubo quien la parara. Bravo.


Control de acceso: DNI, entrada física y descargada la aplicación con el QR correspondiente. Control de temperatura, gel hidro-alcohólico, y accedimos a la sala de baile del Razzmatazz. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Estaba llena de boxes y sanitarios vestidos con sus EPIS y una sonrisa. Un hola, buenos días y pueba de antígeno que me rozó el nervio óptico. Entregamos nuestra autorización para el estudio y a esperar 10 minutos. Negativo. Y así aparecía en la aplicación. Se notaba ya el subidón, casi con ganas de juntar el almuerzo con la comida e ir de empalmada.


Pero como ya tenemos una edad, obligaciones y de vez en cuando ejercemos de padres, tuvimos que esperar hasta las 18’15 horas, nuestra hora de acceso recomendada, para ya en el Sant Jordi ponernos a la cola. A partir de ahí, la historia es la que bien os ha explicado the writer.


Impresiones, sensaciones, emociones. ¿Os acordáis de los chismes aquellos que llevaban los Cazafantasmas, que detectaban el nivel de negatividad y aspiraban los espíritus? Pues si el sábado en el Sant Jordi hubieren instalado unos para determinar los niveles de felicidad, habrían explotado con moco rosa de sabor a chuche. Madre mía, ¡éramos como una manifestación de osos amorosos! Todo tan emotivo que, como comentaba, acabé haciendo pucheros en varias ocasiones y temiendo que la tan preciada FPP2 se mojara y se jodiera el invento.


En definitiva, fue guay, muy guay. Y el ensayo clínico va a salir bien, estoy convencida. Así que sigo coreando aquello de: “Fantásticoooooo, parapaparapara, Fantásticooooooo”. Tal como dijo el señor Balmes, estoy muy orgullosa de poder decir: Jo hi vaig ser (yo estuve allí).


Como veis el pero va para mí, que parece que estoy en baja forma. Múltiples besos y abrazos de osa amorosa (emoticono vómito).


Hasta nuestra próxima cita.


¿Os acordáis de los chismes aquellos que llevaban los Cazafantasmas, que detectaban el nivel de negatividad y aspiraban los espíritus? Pues si el sábado en el Sant Jordi hubieren instalado unos para determinar los niveles de felicidad, habrían explotado con moco rosa de sabor a chuche.

PD. Reacción en caliente el mismo domingo:


Tras leer la prensa y las redes del día después, del concierto de ayer diré: que me alegra enormemente que en general se haya tratado como lo que realmente era, una prueba piloto; y como tal, se abra la puerta a la esperanza de que, mientras no estemos todos vacunados e inmunizados para volver a nuestra antigua realidad, se puedan establecer protocolos de actuación para eventos masivos. Y no sólo para eventos a los que muchos considerarán un "capricho“ lúdico, si no a muchas otras actividades económicas que permanecen en stand by; como por ejemplo, cualquier feria comercial.


Si esta prueba piloto funciona podría extenderse a muchas otras actividades que están totalmente paralizadas. A veces da la sensación de que, con todos los respetos a la hostelería, todos vivamos de ella y que nuestro trabajo y economía dependa única y exclusivamente de que los bares estén abiertos. No obstante, si los resultados son buenos, también afectaría en positivo a ese sector.


Respecto a la experiencia sólo puedo decir que todavía estoy flipando. Qué bien organizado, qué seguridad de estar todo bajo control. Podéis sacar vuestras propias conclusiones viendo las imágenes, pero estando allí nos sentimos completamente seguros. Había espacio suficiente para no sentirse agobiado, olía a desinfección, hacía fresco debido a la renovación de aire, había mogollón de personal acomodadores, limpieza y seguridad, y no vi absolutamente a nadie sin mascarilla. Lo que sí vi es a gente muy feliz. Y eso me emocionó, y mucho (hasta el punto de llorar con pucheros).


Si los resultados son positivos, avalará todo el esfuerzo invertido. Si no, también será positivo, porqué tendrán que volver a dar una vuelta a la tuerca para salir de esta.


A tod@s aquell@s que lo critican, ¿no nos llenamos la boca de que hay que invertir en ciencia? Pues he aquí un experimento científico, que no tiene porqué obtener el resultado deseado, pero como diría aquél: ¿y si sí?

¡Qué ilusión haber formado parte de ello! Don't stop the music.



© Sandra Pharrel



 

LOVE OF LESBIAN:


  • Santi Balmes (voz, guitarra y teclados)

  • Julián Saldarriaga (guitarra, secuenciadores y coros)

  • Jordi Roig (guitarra)

  • Oriol Bonet (batería y programación)

Setlist de LOVE OF LESBIAN en el concierto de FESTIVALS PER LA CULTURA SEGURA


  1. Nadie por las calles

  2. Bajo el volcán

  3. Cuando no me ves

  4. Noches reversibles

  5. Si salimos de esta

  6. Universos infinitos (con Tijoux)

  7. Segundo asalto

  8. Contraespionaje

  9. Los males pasajeros

  10. Belice

  11. Manifiesto delirista

  12. IMT

  13. Incendios de nieve (con Suu)

  14. John Boy


Extra:


  1. 1999

  2. Allí donde solíamos gritar

  3. Planeador


DON'T STOP THE MUSIC



Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page